Mirar no es ver, ver tiene la profundidad del inconsciente. En compañía de Mónica comenzamos a ver y vernos, reflejados tanto en su obra de sueños y de vida, como en el espejo que es cada uno de sus rostros en nuestro propio rostro. Por ello, cuando los colores oscuros y claros de esta obra se manifiestan, encubriendo los rostros que son uno, los diluimos en nuestro interior y entendemos el mestizaje que somos. Aparentemente divididos afuera, simplemente unidos, como uno, en nuestro tránsito por el universo.

Desde hace más de un cuarto de siglo la cabeza de la artista plástica Mónica Ramírez ha vivido ocupada por miles de cabezas. Musas, Argonautas y Custodios de la Pasión son quienes conforman esta multitud de creaturas que, bajo el nombre de Gente Original, nos dan testimonio del quehacer al que dedica con amor sus días.

Mónica trabaja en donde vive, entre lo que le es más querido y cotidiano. Y es allí, en su casa-taller que se empina entre los bosques para mi rar a Medellin con aire fresco, donde van tomando forma estas figuras que nos hablan de la mirada de una mujer que tiene puestos los ojos sobre el mundo para trasformar su sensibilidad en arte.

Su obra, al igual que la de todo creador que se respete, se nutre de continuo con sus obsesiones: Recuerdos, sueños, ficciones, amores, ocurrencias y hasta caprichos íntimos, que recrea entre sus manos y sus moldes. Y con madera, cemento, barro, yeso, recina, bronce, tela, reciclados, oleos y pasteles, Mónica les da vida a sus creaciones, con una pasión y una maestría que, en retribución, le dan vida a ella y la dignifican, pues le permiten vivir de su trabajo.

Las Musas son coquetas compañeras de mirada dulce y melancólica que trepadas sobre la superficie elegida (repisa, mesa, escritorio o anaquel) se acomodan gráciles con su cuerpo de polichinelas nacidas para adoptar mil posturas y se convierten en acompañantes sugestivas y amables para quien las tiene cerca.

Los Argonautas, entre los que se cuentan los Custodios de la pasión, son viajeros del tiempo que, con la cabeza erguida y la vista apuntando al horizonte, nos hablan de un mito por recordar y un camino por descubrir. Acompañan, además, a estos personajes arriba detallados, otras obras más densas y complejas que, tras largas cavilaciones, han sido bautizadas como Memoria. Al contemplarlas nos encontramos con un prisma de miradas y de emociones, de epidermis y de razas, de soñadores y de nadadores, de seres que nos atraviesan con su vista y se convierten en pivote y en espejo. Visitar la casa-taller de Mónica, que desde el lugar en que se encuentra hasta la última claraboya ha sido edificada con una concepción de obra plástica, pasearse entre su Gente Original y sus pinturas (Mónica es una pintora abstracta de altos lienzos), o incluso contemplar una de sus obras, de manera aislada, allí donde se encuentre, me deja siempre esta profunda emoción que aquí comparto.

Juan Raúl Navarro

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para los seres que sueñan

Mónica Ramírez es una argonauta. Trae esa escuela antigua de los seres del agua. Muestra los rostros durmientes de quienes viven en ella, ya sea en la temporalidad de los sueños o en la intemporalidad de su arte.

El agua es la matriz de la vida, el líquido amniótico que llegó desde las estrellas y se mantiene, como semilla de vida, en los áureos cometas. En el agua nacemos casi todos quienes adquirimos formas animales o humanas en esta tierra; el agua forma la mayor parte de nuestro cuerpo, en espejo a la cantidad de agua (70%) que contiene el cuerpo de la Gran Madre, llamada por nosotros simplemente Tierra, cuando debería ser Agua. Por ello estos seres del arte de Mónica, de los cuales apenas vislumbramos su cabeza y su rostro, aparecen sumergidos o emergiendo, como se sumerge o se emerge cada día de los sueños. Agua y sueños contienen, en sí mismos, la matriz del universo.

En ocasiones los seres flotan; en ocasiones, duermen; pero siempre es su visión interior la que se refleja en esas aguas sólidas de su escultura, que sin embargo fluyen mágicamente. La obra tiene esa particularidad: todo fluye, desde su mirada, nuestra mirada, el acontecimiento. Es una obra viva que siempre se renueva de acuerdo a nuestro estado de ánimo. Se vuelve parte nuestra.

La obra de Mónica es perfecta. Pocas veces puede uno contemplar una técnica exquisita con una inspiración avasalladora. Mónica sueña. Mónica, como su obra, es agua de vida.


ROBERTO A. RESTREPO

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Dualidades y Memoria

La dualidad es esencia de vida, germen en el pensamiento antiguo; y en la cosmovisión de los pueblos originarios americanos, la forma de hacer complementarios los opuestos. La obra de Mónica, en su visión de origen, capta la dualidad de la mente, del espíritu, de los mismos cuerpos.

Dualidad que se expresa en los rostros bienaventurados de sus esculturas impecables. Blanco y negro, ocres, miradas diferentes, sueños trascendentes. Sueños que sueñan, mientras la pintura de los rostros perece dividirlos y realmente los integra. Como arte, como pensamiento. Pintura que proviene de lo más recóndito de nuestra alma, del inconsciente colectivo, de la memoria sagrada de los pueblos. África y América, las islas del Pacífico, Indonesia. Por ello cubre, como un antifaz, la mirada de adentro, mientras descubre, en sus tonos claros, la mirada hacia el mundo y cuando ambas se unen, resulta esa pieza maravillosa que reúne igualmente nuestras miradas y nos conecta.


ROBERTO A. RESTREPO

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¨Mónica Ramírez es un espectador de las circunstancias, frente a ella se ha desdibujado o fragmentado el hombre, nos mira como perdidos en un laberinto de infinitos reflejos en donde la razón salva la inexistencia, en estas piezas en donde se percibe una frialdad de forma, también ha dotado a su obra de personalidad propia, rostros que viven o mueren, caras de angustia o fragmentos de ella misma, acertijos o enigmas del pensamiento.


JAIME TAMAYO G. MÉXICO.2005

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